¿QUÉ PASÓ CON... MANUEL POGGIALI?

San Marino huele a goma quemada. En un país con poco más de 30.000 habitantes y un circuito de velocidad internacional todos los niños quieren ser pilotos. Ese era el sueño de Manuel Poggiali desde que a los 10 años descubrió el mundo del motor de la mano de su tío. Subido a una minimoto, enseguida demostró que estaba hecho para las dos ruedas.

Campeón de Italia de la modalidad con 14 años, a los 15 daba el salto a una montura de 125cc. para repetir entorchado nacional. El título mundial apenas se hizo esperar y tras dos años de adaptación al circo del motociclismo con discretos resultados, en 2001 se alzaba a lomos de su Gilera con el Campeonato Mundial de 125cc. por delante de Yoichi Ui y Toni Elías.

Al niño prodigio sanmarinense le llovieron las ofertas para subir de categoría pero decidió quedarse un año más en el octavo de litro e intentar revalidar título. Arnaud Vincent se lo impidió y tuvo que conformarse con el subcampeonato, por delante de un Dani Pedrosa cuyo nombre empezaba a sonar con fuerza. En 2003, ya con 20 años, debutó en 250cc. arrasando con la Aprillia en sus dos primeras carreras y se hizo con el Mundial en el último circuito de la temporada imponiéndose a Rolfo y Elías.

De la cima a la retirada en cinco años


Después de tres años en la élite y con un futuro increíble por delante, la figura de Poggiali se diluyó en el paddock de la noche a la mañana. Sin amigos en el circuito, de mente fragil y carácter introvertido tras la prematura muerte de su padre en el año 2000, Manuel no se supo sobreponer a los malos resultados (sólo pudo ser noveno el año que defendía título) y a las críticas por parte de la prensa italiana, que sólo le consideraba compatriota en las victorias. Ni siquiera el regreso a 125cc. consiguió traerle algo de confianza y las victorias nunca volvieron a llegar.

No pudo con los resultados, las críticas, la muerte de su padre y se habló de su extrema delgadez. Abandonó a los 25.


Obsesionado con el peso hasta tal punto que llegaron a circular rumores sobre su posible anorexia, tampoco supo lidiar con los problemas físicos producto de años en la alta competición. Su cuerpo y su mente dijeron basta y en 2007 se tomó un año sabático alejado de los circuitos. El regreso la temporada siguiente terminó de confirmar que ya no era el mismo y decidió poner punto y final a su carrera con tan sólo 25 años.

Sin embargo, San Marino no abandonó a su hijo predilecto, único deportista en llevar al pequeño país a la gloria mundial. En sus años victoriosos recibió la medalla de Oro de la República y llegó a aparecer en los sellos, así que tras su retirada le ofrecieron un puesto como asesor en el Comité Olímpico de San Marino.

El fútbol sala, una nueva vida
Mientras tanto, para no perder la forma y casi como un hobby, Poggiali empezó a jugar al fútbol entrenándose con el Penarossa, club histórico sanmarinense. Pronto demostró que tampoco se le daba mal la pelota y le animaron a probar suerte sobre el parqué.

La selección de fútbol sala de San Marino iba a debutar a nivel internacional en el la fase clasificatoria para el Europeo de 2011 y Manuel se enroló en las filas del combinado nacional. En los primeros amistosos demostró su clase y convenció al seleccionador con dos goles ante el Cesena, equipo de la serie C1 italiana, y sobre todo, con su carácter ganador y su espíritu de sacrificio, heredados de su etapa como deportista de primer nivel.

"No echo de menos el motociclismo, ahora lo mío es el fútbol sala. Ahora soy un hombre más completo y feliz que entonces".

El pre Europeo no se le dio bien a San Marino, que perdió sus tres primeros partidos oficiales como selección independiente, pero las derrotas cortas ante Chipre (5-2) o Albania (4-2, con una asistencia de Poggiali) dan esperanzas a un equipo joven y en construcción.

"No echo de menos el motociclismo, mi carrera terminó y ahora lo mío es el fútbol sala. En los últimos años he mejorado muchísimo desde el punto de vista psicológico. Ahora soy un hombre más completo y feliz que entonces", asegura el ex piloto, que pone a Jorge Lorenzo como ejemplo de la fortaleza mental que a él le falto en su momento.

"El fútbol sala es un deporte que me da grandes satisfacciones. Veo que mejoro tras cada entrenamiento y eso me anima a seguir. Además, representar a mi país es una experiencia única que me llena de orgullo". No parece que el parqué vaya a devolverle la gloria deportiva, pero de momento ya le ha devuelto la confianza en sí mismo que un día perdió sobre el asfalto.

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